domingo, 12 de abril de 2009




Pesaba un kilo.
(la historia de un pichicho)


Pesaba un kilo.
No había otro dato, huella de procedencia, ni información, lo único que se sabía de él era que pesaba un kilo…
Todo lo que podía revelar el veterinario a cerca de su existencia era su peso, nada mas…
No había rastros de parentescos sanguíneos con otras razas ni de orígenes maternos o paternos.
Lo habíamos encontrado cerca de la casa debajo de un árbol sentado cobre sus patitas como esperando algo…tal vez nos esperaba a nosotras…o a un destino…¿Quién sabe?
Era chiquito y feo, no dábamos un solo centavo por él, pero aun así su expresión era tan conmovedora que lo agarramos y lo llevamos a casa.
Cuando lo solté sobre la cerámica de la cocina nos dimos cuenta que era exactamente del mismo color, por lo cual no tuve sino otra opción que reconocerlo como propio ya que se amalgamaba con nosotras aun en lo más banal.
Lo importante del caso, no es ni siquiera el hecho de que parecía hecho para nosotras, sino mas bien la teoría que elabore después de observarlo durante los tres años de su vida.
Manolo no es un perro…es simplemente un pichicho…
El estado de “pichiches” es innato a canes que no han alcanzado aun el completo desarrollo de su ser…
Todos nacen cachorros, pasan por la pichiches (estado de adolescencia) y finalmente se convierten en perros, el hecho trágico es el de entender que aparentemente él ya no aspira a la superación perruna, esta muy cómodo en su estado actual y posiblemente no se interese por avanzar en la carrera de su evolución…
Ha mordisqueado las patas de las sillas y el resto de los muebles, comido medias y mantas aparte claro está de que insume un porcentaje importante de divisas de mis bolsillos todos los meses en su alimentación balanceada.
Es el único de la casa que me hace compañía mientras desayuno y también el único que espera mi regreso y mueve la cola como feliz de mi vuelta.
Es por lejos uno de los seres mas inteligentes que conozco…tiendo a creer…después de observar…que dentro de la jerarquía de animales en la casa ha sabido hacerse con el cargo de líder y todos los demás le responden…
La sutil idea de que cuando yo no estoy camina en dos patas, habla por teléfono, mira la tele, fuma y hasta actualiza el blog siendo el responsable de algunos desvaríos varios me ha invadido la mente en más de una oportunidad…
Es notable ver como mira a la gente con cara de ingenuo cuando uno muy en su interior puede ver el brillo de sus ojos y la perspicacia de los mismos reconociéndose inteligente.
Ha sabido ganarse un lugar en mi habitación al punto de que en la cama duermo yo con él y no él conmigo, aunque hace algún tiempo desistimos de la idea ya que no era sano para la psicología perruna, sin embargo hay siestas en las cuales es necesaria su compañía.
Más allá de todo he llegado a la conclusión de que no puedo vivir sin él, me he convertido en madre, hermana y tía de este pichicho malcriado pero por sobre todas las cosas adorable…